domingo, 13 de enero de 2008

Un día cualquiera

Hace un par de horas que el Sol desapareció por el Oeste.
El camino se presenta sinuoso, pero la máquina que nos lleva ruge sin amedrentarse ante nada. La silueta de la casa se ve recortada contra un cielo repleto de nubes que, iluminado por la ciudad, devuelve una luz amarilla anaranjada... a veces violácea.
Árboles grandes, como torres vigías, nos observan mientras nos adentramos en nuestra fortaleza. Dentro, todo es oscuridad, hasta que llegamos a nuestro habitáculo. Hace frío.
Nos acomodamos y acomodamos nuestros dedos calentándolos contra las cuerdas, baquetas y micrófono mientras notas aparentemente espontáneas van surgiendo de ellos.
Nos miramos y sabemos lo que va a pasar. Empieza a sonar una canción, esa que nos levanta y nos ayuda a encender motores. Todos dando el máximo.
En nuestro local ya no hace frío. Nuestro local. Nuestro.

No hay comentarios: